Tras 46 años de servicio, se jubila el cartero más antiguo de Eldorado

Aquel 5 de septiembre de 1974 no fue un día cualquiera para Daniel Vergara. Ese día, hace casi 46 años, comenzó a trabajar como mensajero en el Correo Argentino. Esta semana, al cumplir 65 años, inició sus trámites de jubilación.

Daniel es una persona conocida en Eldorado. 46 años repartiendo cartas, telegramas o facturas de servicios lo hicieron estar en contacto con gran parte de la población de la ciudad.

Cualquiera podría pensar que un joven de 19 años al comenzar un trabajo lo tomara como algo circunstancial, temporario. No es el caso de Daniel “Yo cuando entré a trabajar en el correo ya lo hice con la idea de que ese iba a ser mi trabajo. De que iba estar ahí mientras pudiera”, afirma. “Yo entré en una época en la cual trabajábamos los hasta los sábados a la tarde, a veces hasta los domingos. Había días en los cuales llegaba un telegrama urgente y nosotros, aunque fuera las 7 de la tarde, teníamos que seguir trabajando. Y todo eso lo hacíamos a pie, lo único con lo que contábamos era un pase de colectivo. Pero el colectivo te dejaba en la avenida, después vos tenías que caminar por calles de tierra, con barro los días de lluvia, muchas veces bajo la lluvia. Pero tratábamos e cumplir con todos. Yo empecé como mensajero y después pasé a cartero”.

Una de las curiosidades que surgen en la conversación con Daniel es el número de empleados del correo “Cuando empecé éramos más trabajadores que ahora, comenta, después de la privatización de la empresa se hizo un replanteo del número de trabajadores y hoy somos menos que entonces. Pero cambió mucho. Ahora los muchachos, todos, tienen moto para hacer el reparto, antes era caminando”, cuenta entre risas.

Durante la extensa entrevista surgen anécdotas acumuladas a lo largo de los 46 años. “A nosotros (por lo carteros) antes la gente nos apreciaba mucho. No había tantos medios para comunicarse y el único modo era a través de las cartas o de un teléfono que teníamos nosotros en el correo al cual se acercaba la gente para poder comunicarse con otros lugares. Entonces cada vez que llegábamos a alguna casa, sobre todo las personas de origen europeo que hacía muchos años vivían aquí, nos recibían siempre bien, con alegría porque les traíamos noticias de sus parientes o de sus países. Luego eso cambió un poco cuando empezamos a repartir las facturas de impuestos o de servicios. Ahí no es que nos recibieran mal, pero mucho no les gustaba cuando iba”, comenta riéndose. “Pese a ello siempre me trataron con respeto, nunca tuve problemas con nadie, siempre me trataron bien. Todos entendían que era mi trabajo y que estaba cumpliendo con él”.

Los carteros suelen ser portadores de buenas y malas noticias, pero casi nunca saben el tenor de las noticias que llevan “Como te imaginarás después de 46 años he llevado todo tipo de noticias a la gente. Pero yo no sé cuál era el contenido de lo que llevaba. A veces me enteraba después. Pero había una excepción: dos alemanes que trabajaban en la Cooperativa Agrícola nos habían advertido que cuando en el sobre estaban dibujadas dos rayitas negras en un extremo era que se comunicaba el fallecimiento de alguien. No era una situación linda, ni fácil ir a visitar una casa sabiendo que se llevaba la noticia de que alguien había fallecido. Pero bueno, lo teníamos que hacer”.

Pese a ello recuerda con algo de nostalgia los años pasados “Para Navidad, Pascua o alguna fiesta la gente nos demostraba su agradecimiento por el trabajo que hacíamos lloviera, hiciera frío o lo que fuera, obsequiándonos algún presente. La gente nos reconocía. Recuerdo los hermanos Stehr y su panadería, cada fin de año se acercaban a la central con bolsas llenas de pan dulce para todos los empleados. La gente también en las fiestas nos obsequiaba algo. Eso nos hacía ver que hacíamos bien las cosas. La gente te reconocía. Pero todo eso se perdió hace mucho”, explica.

Uno de los problemas característicos que suelen tener los empleados de correo es la presencia de perros callejeros. “Siempre fueron un problema para nosotros los perros sueltos. Recuerdo una vez en el barrio que está cerca del Colegio San José un perrito, chiquito era el perrito, yo iba siempre y el perrito se me ponía delante de la moto ladrando. Y yo le día a la dueña, un día su perrito me va a tirar. Y me tiró nomás. Un día lo agarré y me salvó el casco. Me rompió la ropa, doblé la patita de la moto, desastre hizo. Y otra vez, en el kilómetro 10, estaba por poner la carta dentro del buzón, y un perro grande saca la cabeza entre las rejas y me rompió toda la camisa. La dueña del perro se ve que quedó con cargo de conciencia porque me regaló otra camisa. Yo le decía que no hacía falta, pero ella insistió. Sí, los perros siempre fueron un problema para nosotros”.

Al igual que la mayoría de las personas que trabajaron muchos años en un lugar y se jubilan los sentimientos de Daniel son encontrados, por un lado, a veces, siente tristeza por no seguir trabajando, pero al mismo tiempo sostiene estar tranquilo y con ganas de disfrutar de aquí en más. “Estoy bien, tranquilo. A veces sueño con algo del trabajo o me pone triste saber que no voy a volver a trabajar. Pero es tiempo de descansar y disfrutar. Yo la peleé mucho. Trabajé muchos años con sol, con muchísimo calor, con lluvia, a veces toda la semana. Fueron muchos años de sacrificio con mi mujer que a veces llegaba muy tarde del trabajo. Quiero aprovechar y ver si puedo viajar un poco más, por suerte no tengo problemas de salud, estoy bien, y además nos estamos dedicando a malcriar a nuestro nieto” dice a las carcajadas.

“Sí, es tiempo de disfrutar y estar tranquilo”, culmina.

Foto. Franco Olivera – elterritorio.com

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