La impunidad de siempre

Una escribana decide festejar su cumpleaños en medio de la cuarentena e, ignorando todos los protocolos de aislamiento social, invita a una treintena de amigas a hacer una reunión en un café-bar de la ciudad.

Para demostrar su felicidad por la reunión deciden sacarse una foto y subirla a las redes sociales.

Y allí están, casi todas sonriendo y mirando a la cámara.

Quizás ni siquiera se dieron cuenta de lo que hacían, o tal vez pensaron que la foto no iba a trascender, o no les importaba.

Es natural la impunidad para algunos.

Y los rostros se reconocen fácil. Abogadas, una fiscal de la justicia (es decir un empleado del sistema teóricamente encargado de fijar penas en caso de incumplir los protocolos y los decretos en cuanto al aislamiento social preventivo y obligatorio), periodistas que cobran pautas del gobierno provincial y de muchas municipalidades (organismos que nos amenazan con la cárcel y multas por no usar barbijo), mujeres ligadas al poder económico y político de la ciudad,  etc. Es decir una muestra acabada de un sector social acostumbrado a no cumplir las reglas, o a tener reglas propias, o a creer que las reglas son para que las cumplan los otros.

Si no hubiera sido por la foto compartida tal vez no nos hubiéramos enterado, aunque, como me decía un amigo, son conocidas las reuniones de éste tipo que se hacen en la ciudad y me nombra los lugares donde se realizan.

Y en medio de todo, la proverbial hipocresía de los principales medios digitales de Eldorado que tienen en sus portadas el “Quedate en casa”, “El municipio te cuida”, “Al virus lo paramos entre todos”, y otras expresiones de buena voluntad, que no informan nada de la reunión, pero que si te ponen las fotos los nombres y hasta la dirección de quienes incumplen la cuarentena en los barrios más alejados. Se entiende: la gente de esos barrios más alejados no paga publicidad, muchas de las presentes – o sus familiares – tienen auspicios en esos medios, o, lo más temible, tienen acceso al poder.

No es algo personal – a muchas de las presentes las conozco personalmente y las aprecio – simplemente me da bronca la impunidad con que se muestran, casi como riéndose del esfuerzo del resto de la sociedad.

Y todo esto sucede mientras vos te sentís un delincuente si no usás barbijo en la calle aunque no haya nadie en 50 metros a la redonda. O mientras se les hace inspecciones a los comercios y, en caso de no tener alguno de los empleados el barbijo puesto se labran actas de infracción con multas elevadas. O durante un período en el cual – después de 5 meses – gran parte de las libertades individuales se hallan acotadas como medio para evitar que el coronavirus se esparza.

Probablemente, dado que es imposible – pese al esfuerzo de algunos medios – tapar la realidad, se les termine aplicando una multa. Multa que no tendrán problema en pagar porque dinero no les falta.

Probablemente veamos otras fotos, de otras reuniones, con los mismos personajes o similares.

Probablemente a mucha gente no le importe.

Probablemente todo pase como si nada.

Probablemente todo esto que escribo es inútil.

Probablemente seguirá habiendo normas a cumplir por los giles y normas a violar por ellos.

Juan Carlos Magliano

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